En pleno crecimiento de las nuevas tecnologías y auge de la transformación digital, es curioso que se de tanta importancia al desarrollo de la inteligencia emocional. ¿Por qué? ¿Tenemos miedo de dejar de ser nosotros mismos y convertirnos en robots sin sentimientos? ¿Nos estamos acercando a una especie de Terminator? Parece que el ser humano no desea abandonar esa parte tan suya como es la gestión emocional.
¿Qué es la inteligencia emocional?
La inteligencia emocional es una capacidad o una habilidad, y como cualquier otra, podemos tenerla de forma innata, porque la hemos aprendido a lo largo de nuestra vida, o también podemos desarrollarla mediante formación o entrenamiento. Esta quizás es la parte más importante. Muchas personas se escudan en que “son como son” y que hay cosas que no se pueden aprender ni incorporar a su personalidad. ¡Error! Como seres humanos evolucionamos constantemente, no sólo por la edad, sino por las experiencias que vamos viviendo y nuestros propios aprendizajes. Por eso, al estar permanentemente evolucionando, podemos cambiar.
¡Ojo! Estos cambios no requieren de un esfuerzo consciente en su totalidad, eso sería agotador. Muchas veces cambiamos sin darnos cuenta, simplemente modificando nuestra forma de actuar. Es realmente curioso cómo funciona el comportamiento humano, cómo las relaciones sociales pueden influir en nuestra personalidad, en nuestras habilidades y en nuestro pensamiento.
La inteligencia emocional se podría definir como la capacidad de gestionar nuestras emociones, tanto de manera interna como externa. Las emociones pueden provocar sentimientos en una misma persona y hacia otras. Por ejemplo, si nos despertamos de mal humor y no sabemos gestionar nuestras emociones, es posible que las personas con las que nos tropecemos durante el día sufran las consecuencias de ese mal humor, aunque no sean culpables ni partícipes en dicho sentimiento. Por lo tanto, la inteligencia emocional puede ser de gran ayuda para las relaciones sociales.
¿Cuáles son los pilares de la inteligencia emocional?
Daniel Goleman es uno de los grandes referentes en materia de inteligencia emocional, psicólogo conocido por ser el autor del libro “Inteligencia Emocional” en el año 1995. En esta publicación nombró cuáles serían los elementos que componen este tipo de inteligencia, los cuales son:
- La autoconciencia
- La autorregulación
- La motivación
- La empatía
- Las habilidades sociales
La autoconciencia representa el primer escalón: nuestra habilidad para reconocer y comprender las emociones que tenemos y cómo pueden afectar a nuestro entorno. También nos permite saber qué nos motiva o nos anima. Ligada a la autoconciencia se encuentra la autorregulación, gracias a la cual podremos identificar y manejar de manera adecuada aquellos sentimientos desagradables, relacionándose también con la capacidad de adaptación y la flexibilidad.
Por otro lado, tenemos la motivación, que serán elementos vitales para conseguir nuestros objetivos. Son esos impulsos que nos acercan a nuestras metas, por lo que, manejándolos de forma correcta, nos facilitará llegar a donde nos propongamos. Además, si a esto le sumamos la empatía, tendremos casi la fórmula del éxito de la gestión emocional. La empatía es una habilidad más conocida, descrita como la capacidad de reconocer y entender las emociones de otras personas. Como se suele decir, “saber ponerse en el lugar de otra persona”. La empatía podemos llevarla a la práctica en nuestro entorno personal (familia y amistades) y en el entorno profesional.
Para terminar, nos encontramos con las habilidades sociales, que nos permitirán relacionarnos con otras personas de manera efectiva, teniendo en cuenta nuestras emociones y las de las demás, por lo que representan un conjunto de las anteriores. Se basan en la comunicación, por lo que algunas de las habilidades sociales más trabajadas suelen ser la escucha activa y la asertividad.
¿Cómo podemos aplicar la inteligencia emocional en nuestra vida?
Teniendo en cuenta cuáles son los elementos que componen la inteligencia emocional, será mucho más sencillo aprender a aplicarla en nuestro día a día. Lo primero que tendremos que hacer es prestar atención a nuestras propias emociones y comprender cómo nos afectan, pues es algo que no siempre ocurre de la misma manera: depende de la persona. Seguidamente, tendremos que aprender a controlar y manejar nuestras emociones, para evitar que nos puedan manejar y salgamos de control. Posteriormente, marcaremos qué objetivos queremos alcanzar para encaminarnos hacia ellos con decisión. La motivación nos guiará.
No sólo tenemos que identificar nuestras emociones, sino ser capaces de expresarlas a otras personas para que puedan comprender nuestra situación. Es decir, no sólo se trata de practicar la empatía, sino de facilitar el camino para que nuestro entorno pueda entendernos. Así, construiremos relaciones fuertes y fomentaremos la cohesión social. Y aquí entra el último elemento de la inteligencia emocional: las habilidades sociales. De esta manera, nuestras relaciones serán saludables y efectivas con los demás, resolveremos conflictos de forma eficaz, nos comunicaremos eficientemente y trabajaremos bien en equipo.